Entrevista a Coni Duclos
REVISTA TELL, ENTREVISTAS MUJER EDICIÓN | Noviembre 2016. POR Claudia Zazzali C. / Fotografías Andrés Gutiérrez V.
Quizás por eso se declara como una buscadora incansable de historias. Estudió pedagogía en la Universidad Católica y desde entonces comenzó a buscar historias en todo Chile. Describe nuestro país como impresionantemente bello y lo dice con argumentos, pues recorrió desde Arica a Puerto Williams gracias a un proyecto que presentó para encontrarse con los ancianos de cada rincón, con el afán de escuchar sus historias, los cuentos que fueron traspasando de generación en generación y que se estaban perdiendo con el vértigo de los tiempos actuales.
De ahí surgió su inquietud por capturar la esencia de las cosas simples y, de alguna forma, transmitirlas hacia su entorno.
¿Cómo nació esta inquietud tuya por la palabra?
En la Católica fui ayudante de la profesora Cecilia Beuchat, maestra y escritora de literatura infantil, que abrió ante mí el maravilloso mundo de los libros. También me mostró la riqueza de viajar, de conocer otras realidades. Así, gracias a su apoyo, comencé a generar talleres literarios, cuando estaba terminando la universidad. Estaba recién empezando en mi profesión y quizás me faltaba mucho por saber, pero cada paso que daba afianzaba en mí la necesidad de encontrar la literatura oculta en distintos lugares de mi país. Y me sentí absolutamente empoderada en mi rol de buscadora y partí. Llegaba a lugares recónditos y buscaba al más anciano y le pedía que me contara un cuento, el más antiguo que recordara. Cada encuentro era una especie de revelación.
¿Te enamoraste de ser viajera?
Es difícil describir en un párrafo las infinitas cualidades de esta mujer. Quizás podrían resumirse en “sanadora”, pues desde su vocación como profesora, hasta su actual ocupación como tallerista, lo que ha elegido siempre es descubrir cómo los seres humanos podemos ser más felices. Recorre todo Chile realizando encuentros con antiguas tradiciones, rescatando rituales que nos ayudan a integrarnos como cuerpo, mente y alma.
Me encanta comer, dormir en lugares distintos, vivir cosas diferentes. Mientras trabajaba en esta búsqueda, surgió mi rol como editora, pero más importante aún, llegó a mi vida la maternidad. Me casé, tuve hijos y dejé de hacer clases.
¿Por qué tomaste esa decisión de dejar tu trabajo?
Es que la energía que le entregaba a mis alumnos era infinita y eso era imposible de combinar con el rol de madre activa que opté por tener, así que decidí ser mamá. Comencé a hacer trabajos freelance, como adaptar libros europeos para lenguaje latinoamericano, en diferentes editoriales de Chile. A veces me llegaban diez libros, a veces uno y me las arreglaba como podía. Ese trabajo me presentó un tremendo desafío porque debí aprender a mantener el equilibrio entre lo lúdico de los libros infantiles y un español neutral que se entendiera en todo el continente. Cada vez había más pedidos y así pude, durante cinco años, mantener mi trabajo ideal y tener a mis hijos al lado. Eran ellos, mi computador y yo, la felicidad máxima.
Era el trabajo ideal
Sí, todo perfecto. Pero apareció una oferta increíble de la Editorial Pearson del Reino Unido, donde me ofrecieron ser editora. Mi única condición fue que me permitieran trabajar desde mi casa. Fue un tremendo desafío porque me dieron tres meses para demostrar que sí podía. Lo logré con mucha entrega y trabajo, siempre respetando los tiempos que había elegido entregar a mi familia.
Ya estaba bien consolidada cuando me embaracé de mi hija menor, Sol. Fue un periodo intenso porque me invitaron a muchos viajes e iba a todos con ella. Fui a Colombia, Ecuador, Perú... más de quince viajes en que la llevé conmigo, le daba pechuga entre reunión y reunión y todo fluyó sin problemas.
¡Buena lección para quienes tienen tantas aprehensiones frente a la lactancia!
Yo respeto todas las opiniones y formas de enfrentar la vida y la maternidad, pero para quienes queremos trabajar y criar, también debe haber espacios.
¿Cómo comenzaste con los talleres?
En la editorial me ofrecieron irme a México, al DF. Imagínate lo que significaba trasladarnos con los tres niños a esa ciudad inmensa. Era todo lo opuesto a lo que me imaginaba para que los niños crecieran, así que con mi marido —Alfonso Gazitúa, cineasta— decidimos quedarnos.
LOBA
El año 2000 llegó a sus manos el famoso libro Mujeres que corren con lobos. “Un amigo me lo regala y me dice que es indescifrable para él, que por favor “se lo traduzca”. Lo leo y lo hago mío, comienzo a contárselo a la gente y algunos me pedían comentarlo. Junté a un grupo de amigas para comentarlo, mujeres que no enganchaban mucho con los libros de este tipo, más bien ligados a la autoayuda, pero que se sentían muy confortadas en estos encuentros”, nos cuenta la Coni. Así nacieron los clanes de mujeres que siguen reuniéndose periódicamente hasta hoy.
Tu veta creativa es increíble...
Es que no me gustan las cosas que están hechas, prefiero considerarme una inventora, nominar las cosas y con ello imprimirles un espíritu especial. Las lobas representaban mucho más que una reunión de mujeres, porque exploraban lo femenino, no lo feminista, de manera que hasta sus maridos y parejas estaban ansiosos de estos encuentros. Después de cada clan ellas se empoderaban de su rol, eran más conscientes sin ponerse a la defensiva.
¿Sientes que hay un conflicto en torno a los roles de género?
Siento que nuestra búsqueda debe ir más allá de tomar posiciones y tiene que ver con ser una mejor persona.
¿Y tú, cómo te defines?
Antes que todo soy mamá. Y lo enfatizo porque creo que tener un hijo te da un coraje especial para enfrentar la vida. La maternidad te da una claridad impresionante y a la vez te llena de dudas. Siempre hay un cuestionamiento sobre si estás haciendo lo correcto, pero mi instinto me empuja a seguir esta incansable búsqueda. Hoy sigo viviendo intensamente el ser mamá, pero construyó a la vez esta red mágica que se ha creado con los talleres que hago a lo largo de Chile.
Siendo profesora comenzaste a buscar métodos de educación no tradicional ¿qué te hizo explorar estas sabidurías ancestrales?
A través de los cuentos comencé a descubrir la sabiduría de la madre tierra y quise compartirla con los demás. Entre más contacto tenía con personas, más me llenaba de emociones positivas. Comencé a diseñar distintos talleres y en esa calma de la reflexión, comenzó a llegar todo lo que necesitaba. Hoy vivimos en Limache, donde tenemos todo justo y perfecto. Es una opción que a veces es difícil porque hemos tomado opciones que para muchos son un poco extrañas. Mis hijos nunca han pisado una clínica y son absolutamente libres. ¡Su patio es un bosque! Al principio nuestras familias de origen nos miraban encogidos de hombros, sin entender mucho, pero como siempre, han apoyado cado uno de nuestros pasos y aceptan que esto es nuestra felicidad.
¿Ha sido difícil el paso de la intelectualidad a la espiritualidad?
Durante años traté de demostrar mi inteligencia, pero ya no. Entendí que cada uno de los pasos que he dado me lleva a un estado profundo de paz. Obviamente, hay momentos en que no todo es fácil, pero cuando eso pasa, simplemente espero con calma y fe a que lleguen las respuestas. He aprendido a quererme y aceptarme, que es lo más importante para ayudar a que otros vivan ese proceso.
¿Cuál crees que es el factor común entre quienes asisten a tus talleres?
Todos buscan algo... y no saben que lo tienen dentro de ellos mismos. Es eso lo que les ayudó a descubrir, mediante los sahumerios, la ancestrología o los cuentos medicinales. Al entender que la energía puede manejarse, comenzamos a vivir mejor, somos más felices.
“No me gustan las cosas que están hechas, prefiero considerarme una inventora, nominar las cosas y con ello imprimirles un espíritu especial. Las lobas representaban mucho más que una reunión de mujeres porque exploraban lo femenino, no lo feminista”. Coni Duclos