La maravilla del canto
Desde muy pequeña escuché a mi madre cantar un susurro bellísimo cada noche para hacerme dormir. Apenas era audible, pero mi alma escuchaba atenta y encontraba ese calor maravilloso que me daba seguridad y confianza. Mi padre silbaba todas las mañanas para despertarme y lo hacía también mientras preparaba el desayuno. Los fines de semana, en las largas reuniones familiares, cantaba feliz junto a mis hermanos y la música fluía liviana y poderosa. Mi corazón se llenaba de cantos que me daban un sentido místico y un eco de paz y alegría.
He cantado como ellos, desde siempre. Cantaba mientras caminaba, cuando hacía mis tareas o cuando lavaba la loza. En el colegio y en las fiestas. Para mi el canto ha sido una terapia, un espacio de introspección, de claridad, de reconexión. Y hoy me entrego a la fuerza del Canto Sagrado… de ese canto que brota desde el alma y que ha traspasado generaciones y generaciones a través de la oralidad.
Fue en el encuentro intertribal Raíces de la Tierra que conocí abuelos y abuelas indígenas que me enseñaron que mi voz es medicina. Con ellos comencé sigilosa, observante y humilde… simplemente receptora agradecida de poder continuar con el hilo rojo de la tradición, y hacer que mi voz llegara a muchos otros que necesitan el canto como medio de sanación. Y en mi ser mujer ceremoniante, encontré el sentido vital de este canto: mi conexión profunda con el Mundo Espiritual.
Y he podido también crear mi propio canto, inspirada por la maternidad, el contacto con la belleza natural y con mi rezo. Y mientras canto, escribo y compongo… me sano. Mientras más canto, más sano.
También he podido sanar a otros con la pura intención de que mis cantos, orales o propios, sean el rezo ahogado de quienes están frente a mi. Y al cantar, los aliento a que entonen su murmullo, su eco, su pulso… y brota en ellos la medicina de la reconexión. Y se encuentran, se reconocen, se vuelven a mirar y a amar.
Acabo de realizar un taller de Canto Sagrado donde pudimos trabajar con 18 almas que fueron capaces de sacar su voz, y componer su canto del corazón. Y pudimos observar cómo fluía clara y correntosa la palabra y el pulso, sin miedo y llena de verdad. Pudimos ver lo poderoso de la creación y del apoyo grupal. El sentido de celebrar o purgar. La verdadera esencia del canto del alma, lo primigenio, lo sagrado. Las experiencias fueron variadas, el tambor tuvo su sitial elevado y pudimos conectar nuestro corazón al pulso del tambor. Y eso también sanó. Nos reconfortó y volvimos a ser seres uterinos, seguros y cálidos en ese reencuentro con el Gran Tambor.
Estoy feliz, he seguido cantando y no voy a parar de hacerlo. Sigo escuchando a cada uno de los cantores del taller, que con timidez, se fueron encontrando con su real dimensión de poder y coraje. Agradecida de la oportunidad, de la confianza y de los ecos que han quedado en ellos y en mi.
Que maravilla de vida la que vivo!!! Infinitas gracias al canto… al tambor… y a la voz… que regalo celestial más profundo y bello. Ojalá todos los seres humanos se dieran cuenta del poder que aloja en nuestro 5to chakra y eleven su vibración simplemente… cantando. Hoy todo mi ser se vuelca a sanar… en mis terapias, en mis cantos y en todo esto que quiero reflejar para ustedes en mi blog, en los correos semanales y en mis videos. Este contacto virtual ha podido traspasar los espacios físicos y hacerme crecer, en redes amorosas y profundamente luminosas. Y sigo trabajando para la Luz y la sanación. Y sigo sanando mis relaciones y fortificando mis encuentros humanos, con los fundamentales, madre y padre, con los elegidos, mi marido y amigos, con los maestros más temerarios, mis hijos. Mi madre cantó junto a mi… y pude ver los frutos de tanto trabajo de perdón y gratitud. Realicen el intento puro y sagrado de sanar esa relación… Las invito a sanar a su madre… Y canten, canten y canten… ya verán el poder que tiene todo esto.